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«Diles a los israelitas que en caso de que alguien, hombre o mujer, peque causándole un daño a otro, está traicionando al SEÑOR, y es culpable. El que hace eso deberá confesar el pecado que cometió y pagar a la persona defraudada el costo del daño que le causó más una quinta parte de su valor. Si se da el caso de que la persona ofendida ha muerto y no tiene parientes para recibir el pago, entonces ese pago se entregará al SEÑOR. El sacerdote recibirá el pago. Además, el que cometió la ofensa deberá llevarle al sacerdote un carnero para que haga la ceremonia de purificación del que cometió la ofensa.

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